Espeleología: Viaje al interior del país
En distintas provincias argentinas hay una buena cantidad de cuevas que se pueden visitar y explorar en plan de aventura; bienvenido al submundo del Turismo
Algunas son frías y húmedas, aguijoneadas por estalactitas que cuelgan desde techos de rocas en los que revolotean murciélagos. Otras son sofocantes y subterráneas, bifurcadas en cientos de grietas minúsculas en las que jamás entra la luz del sol. Las cuevas y cavernas son siempre sitios de excitación y aventura. Adentrarse en ellas permite sumergirse en atmósferas misteriosas, sombrías, que inevitablemente agitan la imaginación y engañan a los sentidos.
Según datos de la Federación Argentina de Espeleología, en la Argentina existen alrededor de cuatrocientas cuevas y cavernas catastradas, la mayoría en la región occidental del territorio. Sin embargo, apenas un puñado se encuentra habilitado al turismo.
"Las cuevas y las cavernas son lugares que cuentan con niveles estables y permanentes de oscuridad, temperatura y humedad. Estas condiciones ambientales resultan imprescindibles para conservar su integridad y resguardar la frágil fauna endémica que muchas veces contienen. Por eso, la presencia humana puede causar alteraciones e impactar negativamente en ellas. Es esencial proyectar un plan de visitas antes de abrirlas a los turistas", explica el espeleólogo Jorge Hernández, que conoce y ha explorado gran parte de las cavidades subterráneas de la Argentina.
"En nuestro país, el turismo espeleológico está aún en estado de gestación, con mucho por desarrollar. Hay lugares extraordinarios que todavía no pueden ser abiertos para visitantes, como la cueva del León, un sitio de Neuquén con un lago interno de aguas muy transparentes en las que se puede bucear", agrega Hernández.
En distintas provincias argentinas hay una buena cantidad de cuevas que se pueden visitar y explorar en plan de aventura; bienvenido al submundo del Turismo
Algunas son frías y húmedas, aguijoneadas por estalactitas que cuelgan desde techos de rocas en los que revolotean murciélagos. Otras son sofocantes y subterráneas, bifurcadas en cientos de grietas minúsculas en las que jamás entra la luz del sol. Las cuevas y cavernas son siempre sitios de excitación y aventura. Adentrarse en ellas permite sumergirse en atmósferas misteriosas, sombrías, que inevitablemente agitan la imaginación y engañan a los sentidos.
Según datos de la Federación Argentina de Espeleología, en la Argentina existen alrededor de cuatrocientas cuevas y cavernas catastradas, la mayoría en la región occidental del territorio. Sin embargo, apenas un puñado se encuentra habilitado al turismo.
"Las cuevas y las cavernas son lugares que cuentan con niveles estables y permanentes de oscuridad, temperatura y humedad. Estas condiciones ambientales resultan imprescindibles para conservar su integridad y resguardar la frágil fauna endémica que muchas veces contienen. Por eso, la presencia humana puede causar alteraciones e impactar negativamente en ellas. Es esencial proyectar un plan de visitas antes de abrirlas a los turistas", explica el espeleólogo Jorge Hernández, que conoce y ha explorado gran parte de las cavidades subterráneas de la Argentina.
"En nuestro país, el turismo espeleológico está aún en estado de gestación, con mucho por desarrollar. Hay lugares extraordinarios que todavía no pueden ser abiertos para visitantes, como la cueva del León, un sitio de Neuquén con un lago interno de aguas muy transparentes en las que se puede bucear", agrega Hernández.